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Un nombre para Elvalf

  Ese día había sido muy bueno. Todos en el grupo estaban felices. La cacería había sido un éxito, pero Elvalf percibió que algo en su interior no estaba del todo bien. El augurio no era bueno, pero no le dieron el nombre de Elvalf , el veloz,  por nada. Estaba preocupado, pero decidió ignorar esa extraña sensación y se unió a los festejos junto a sus compañeros que danzaron durante toda la noche. Juntos cantaron la canción del clan.  Como era costumbre entre los cazadores, cada generación agregaba una estrofa referida al miembro más valiente. Por eso la canción terminaba contando la astucia de Elvalf, el veloz. Casi siempre le incomodaban los elogios, pero sabía que se trataba de gestos sinceros de sus compañeros. Elvalf sabía que al reconocer sus habilidades los demás cazadores expresaban la confianza que inspiraba durante las cacerías. Su mejor amiga, Volga disfrutaba y participaba de los elogios. La incapacidad de Elvalf para disimular su vergüenza le parecía el rasgo más atractivo
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Entrevista con Claude

  Escribo estas líneas para mí. Con mi editor estamos de acuerdo en no publicar el reportaje en Le Moniteur Universel. La noche del 30 de septiembre de 1794 (9 del mes del Vendimiario según el calendario de la Revolución Francesa) el periódico me envió a entrevistar a Claude, el verdugo de la Nueva República. Esa tarde el hombre había ejecutado a quince personas en la guillotina del solar Antoine. Muchos no se acostumbran a los cambios de la Revolución y continúan diciendo que es la plaza de la Bastilla.  En ese momento pensé que era mi día de suerte. Uno de mis informantes me dijo que el verdugo frecuentaba la posada de Monsieur Periné.  Al ocaso entré al local que estaba en los suburbios. Las rugosas maderas del suelo del salón despedían un intenso efluvio de vómito rancio y vino. Imaginé que al fondo estaría el mostrador, ya que los faroles apenas iluminaban algunos metros de la brumosa atmósfera. Encontré la amplia mesa de despacho de bebidas y tras ella me examinaba un hombre dedi

El mejor de los cocineros

  —¿Así que puede decirme dónde estaba usted la noche del 6 de Junio?  El inspector González, con el mentón en alto, dejó la pregunta el aire. Tenía las manos enlazadas en la espalda y caminaba a grandes pasos en torno a la mesa de la sala de interrogatorios.  El chef Bordelois era un distinguido cocinero, tal vez el mejor de Torremolinos, pero nadie lo hubiera sospechado al verlo allí sentado. El hombre, con su atuendo blanco, estaba con los brazos cruzados sobre la mesa. Cuando escuchó otra vez la misma pregunta, dejó caer la frente sobre las manoss. —Le voy a refrescar la memoria, Bordelois. Esa noche apareció apuñalado el juez Ortiz de Rojas —el inspector se detuvo frente al detenido con los hombros hacia atrás y tras una pausa, agregó—,  tenía clavado un cuchillo de cocina. —Ya se lo dije —la voz del chef resonaba entre sus brazos—, estaba en su casa con su mujer. —Escuche, Bordelois —tronó González que, sujetándose del borde de la mesa, le acercó la cara encendida—, no se haga el

Asuntos de la vida

—Spasiba —le dijo Mikhail a la camarera que les sirvió los dos cafés en la mesa.  —Es como te digo —dijo Fyodor en ruso—, mi hija, Inessa, sale con ese bastardo pelilargo y lleno de piercings solo para molestarme. En serio, Mikhail, es una desgracia. ¡Por Dios! —exclamó tras una pausa—, sólo tiene catorce años.   —Estás exagerando. El amor es hermoso, lo mejor de la vida. Deberías estar feliz por Inessa. Miraron por la ventana al oír los frenos de aire del camión de Yuri. El recién llegado logró sentarse a la mesa con los otros dos cuarentones tras separar la silla casi un metro.  Mikhail, con la cara iluminada, explicó a Yuri las dos opiniones. Fyodor, con los labios apretados, miraba el cielo plomizo y pensaba que la autopista de los Urales estaría muy resbaladiza por la nieve que caía lenta. —Tonterías —se burló Yuri mientras miraba el menú—. Los dos están hablando tonterías. La juventud, el despertar sexual, el desenfreno, son asuntos naturales de la vida. —Yuri, ¿tienes hijos? —pr

La isla de los autos blindados

  Después de casi tres meses de intensa búsqueda, Tony Eveas por fin obtuvo su pasaje en la única aerolínea que hacía el vuelo. Cuando la nave despegó, solo había dos pasajeros a bordo. Tras siete horas de travesía llegaron a la isla de Zanarcea.  Mientras le sellaban el pasaporte vio que su compañero de vuelo salía a la calle con un paraguas de metal. Tony no podía estar más contento, sería el primer vendedor de la empresa en hacer negocios en ese país. Arrastraba su maleta hacia la salida por los pasillos desiertos del aeropuerto cuando un policía le pidió que lo acompañara. Entraron a una oficina donde un funcionario con un enorme bigote le ofreció un paraguas de aluminio. De inmediato agradeció el obsequio, pero el hombre tras el escritorio le explicó que no era un regalo, su uso era obligatorio en el país. La calle exterior del aeropuerto estaba tan desierta como el interior. Cuando salió, todas las luces del edificio se apagaron. Estuvo esperando unos minutos en la puerta hasta q

Los viejitos del ajedrez

Se trata de caminar a paso vivo durante una hora y no hace falta correr ni hacer cosas raras. El médico fue muy claro, esa hora diaria de caminata intensa va ayudar a recuperarme y a bajar de peso. Mis compañeros de trabajo me recomendaron anotarme en uno de esos gimnasios llenos de aparatos para ejercitarse. La opción de caminar en la plaza fue la propuesta de mi esposa, mi hija y mi suegra. Como es lógico, estoy haciendo mis caminatas en la plaza.  La Plaza Almagro no es mi favorita, pero está cerca de casa. Todos los días camino durante una hora y debo  reconocer que me siento mejor. Resulta agradable pasear entre los chicos que juegan y los paseadores de perros. Soy el más lento del grupo de los que usamos ropa deportiva. Algunos corren velozmente esquivando a los demás mientras que yo camino con mi orgullo un poco flojo. Sin embargo creo que mi calzado deportivo debe ser el más caro y además me hace sentir que voy flotando sobre la vereda. Estoy convencido que por la ropa que uso

El club del barranco

Pocas horas después del mediodía, el club del barranco estaba por empezar otra sesión. El lugar de reunión de esa tarde era el maizal de don Zale porque ahí está más fresquito.  —Es muy importante que antes de hacer el entierro estemos de acuerdo. Esto es un secreto —dijo Diny poniéndose de pié—. ¿De acuerdo? Me parece que antes de seguir, les tengo que contar qué es el club del barranco porque así la historia se entiende mejor. El club del barranco se había formado dos veranos atrás y para ser miembro, tenías que bajar corriendo por el barranco y frenar sin caerte al arroyo. Si te salía mal y rodabas por la pendiente o, peor, te ibas de cabeza al agua, chau, no podías entrar al club. Por eso sus integrantes habían pasado esa prueba. Bueno, por lo menos les había salido bien una vez. Y la verdad es que nadie puede hacerlo bien la primera vez. Pero, por suerte, se podía tratar varias veces y también vale que te ayuden atajándote.  Ahora que saben qué es el club del barranco, ant