Después de casi tres meses de intensa búsqueda, Tony Eveas por fin obtuvo su pasaje en la única aerolínea que hacía el vuelo. Cuando la nave despegó, solo había dos pasajeros a bordo. Tras siete horas de travesía llegaron a la isla de Zanarcea. Mientras le sellaban el pasaporte vio que su compañero de vuelo salía a la calle con un paraguas de metal. Tony no podía estar más contento, sería el primer vendedor de la empresa en hacer negocios en ese país. Arrastraba su maleta hacia la salida por los pasillos desiertos del aeropuerto cuando un policía le pidió que lo acompañara. Entraron a una oficina donde un funcionario con un enorme bigote le ofreció un paraguas de aluminio. De inmediato agradeció el obsequio, pero el hombre tras el escritorio le explicó que no era un regalo, su uso era obligatorio en el país. La calle exterior del aeropuerto estaba tan desierta como el interior. Cuando salió, todas las luces del edificio se apagaron. Estuvo esperando unos minutos en la puert...
En pocas palabras y otros cuentos sueltos.