Ese día había sido muy bueno. Todos en el grupo estaban felices. La cacería había sido un éxito, pero Elvalf percibió que algo en su interior no estaba del todo bien. El augurio no era bueno, pero no le dieron el nombre de Elvalf , el veloz, por nada. Estaba preocupado, pero decidió ignorar esa extraña sensación y se unió a los festejos junto a sus compañeros que danzaron durante toda la noche. Juntos cantaron la canción del clan. Como era costumbre entre los cazadores, cada generación agregaba una estrofa referida al miembro más valiente. Por eso la canción terminaba contando la astucia de Elvalf, el veloz. Casi siempre le incomodaban los elogios, pero sabía que se trataba de gestos sinceros de sus compañeros. Elvalf sabía que al reconocer sus habilidades los demás cazadores expresaban la confianza que inspiraba durante las cacerías. Su mejor amiga, Volga disfrutaba y participaba de los elogios. La incapacidad de Elvalf para disimular su vergüenza le parecía el rasgo...
En pocas palabras y otros cuentos sueltos.